jueves, 18 de abril de 2013

A Juan


Hermano, 
te deseo
Amor,
Juegos,
Libros,
Música,
Paz,
Alegría,
Todo eso hermano,
Y olvido a esta muerte inmunda que llevarás por siempre.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Tortas fritas

Ayer compré tortas fritas en el panadero-pizzero de al lado de casa y cuando le vi la mugre de las uñas al momento en que me entregaba el producto no me dio asco por varias razones: en primer lugar, llovía (motivo suficiente para comer tortas fritas); dos: ya las había probado y estaban ricas (es decir, ya fue); tres: aumento mis defensas (si sobrevivís a esa roña te hacés inmortal) y, por último –aunque no menos importante-, confirma mi teoría del ingrediente secreto. Paso a explicar: el particular deleite de los panes saborizados (otra de las especialidades de mi vecino panadero) no es consecuencia de los diversos sabores que les pone (a saber, orégano, salame, queso y jamón), sino que viene dado por un ingrediente secreto que son los pelos -de dudosa procedencia porque es pelado- que jamás escasean en tales manjares. En realidad no es tan secreto porque uno muerde un pan y salta a la vista que algo más había, en este caso: cabellos. El secreto sería que ese es el ingrediente secreto. En fin. Así mismo, las tortas fritas no serían lo mismo si tuviera las uñas limpias al momentos de amasarlas y si en lugar de usar el mismo aceite que puso a principio de año, lo renovara de tanda en tanda (o de semana en semana, si se quiere, porque el aceite está caro y no vaya a ser cosa que, en lugar de venderme tres tortas fritas por dos pesos, me las quiera cobrar un peso cada una).

miércoles, 23 de noviembre de 2011

El patio

A mi vieja siempre le gustaron los patios grandes y el de la casa de la calle Catamarca, más que un patio, parecía el pedazo de tierra que se compra en el cementerio para enterrar a un muerto, un lamento. Por eso, cuando tuvimos que mudamos compró un terreno con unas paredes levantadas que era más patio que otra cosa: 200 metros cuadrados de pasto muerto que, aún después de algunos años, sigue más o menos igual.
El rectángulo se extiende estéril por donde se lo mire. En uno de los laterales yacen los restos  de un pequeño jardín que mi vieja pagó 400 mangos y que, pese a los consejos y explicaciones del parquero, no logró sobrevivir a sus cuidados. Creo que no consideró el desagüe de la pelopincho que armamos todos los veranos al lado del, ahora, proyecto frustrado de jardín. Hasta el agua veníamos bien, el problema fue la exagerada cantidad de cloro que le echamos para que dure más tiempo en condiciones, porque nadie quería limpiar la pileta. En ese mismo lado hay una montaña de botellas de vidrio que mi mamá guarda “por las dudas”. Parece el santuario de la difunta correa.
Lo único vivo que hay en el patio son dos gatas, un par de bichos, un sapo asqueroso, un perro viejo que va y viene, una palmera sobreviviente y un árbol que tuvo la suerte de ser plantado por los dueños anteriores. Es la muerte, pero a mi vieja le encanta. 
Mi hermanito se lo pinta de colores desparramando sus juguetes por todos lados;  un hermoso jardín de cartas, pelotas, muñecos, autitos de carrera olvidados, papeles, todo roto, como las plantas, pero en colores.

JONI MITCHELL - AMELIA


...I pulled into the Cactus Tree Motel
To shower off the dust
And I slept on the strange pillows of my wanderlust